11. El gol que vino del desierto
España ganó la Eurocopa, venciendo a Inglaterra 2 a 1. Con su cuarto trofeo, superó a Alemania en la lista de países que más veces ganaron el torneo.
Una fracción de segundo antes del pase de Lamine Yamal, Nico Williams está levantando la mano derecha en la banda izquierda. Ante sí, no está sólo un pedazo de campo vacío, mientras la defensa de Inglaterra se ocupa de mirar hacia el otro lado. No. Está el futuro y a él no le basta con verlo, libre de marca, sino que se lo está pidiendo a su compañero con ese gesto, levantando la mano: ¡pásamela, pásamela, pásamela!
Lamine ya lo había visto. Dani Olmo, por el centro, también debió hacerlo. Álvaro Morata, apartado de la jugada, sigue fijando defensores y Olmo se hace señuelo para librar de marcas a Nico y darle otra fracción de tiempo a Lamine, la justa para que cumpla el deseo silencioso de su compañero. Le pasa la pelota y ahora, donde antes sólo había posibilidades, futuro, está el presente de España, cara a cara con el arquero de Inglaterra, Jordan Pickford.
Nico está representando aquello que Roberto Fontanarrosa inmortalizó en un cuento: «Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me lo enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga». Al arco como venga. La pelota llega luego de cuatro rebotes. Cuando está por dar el quinto, la patea con la zurda. Muchos atacantes habrían elegido regatear al arquero, pensando en embellecer la jugada, él no. Él, hace poco, vio e imaginó todo lo que tenía que hacer. Rápido, preciso y violento. Un latigazo.
Olmo, Morata y Lamine lo miran de la misma manera que todo un continente: anticipando lo inevitable. Inglaterra completó un primer tiempo serio, sin espacios para visiones futuras. Hasta este momento, el minuto 46, cuando Nico remata la pelota y un país estalla de alegría.
Corriendo hacia el córner, dándole la espalda a la pelota que acaba de enterrar en el arco, Nico también comienza a cavar la tumba de un pasado traumático, y, quizá, a contribuir a cerrar heridas presentes o que la estupidez humana, representada en el racismo, sea cada vez menor. Festejando, nadie piensa en su origen, su tono de piel o el club al que pertenece. Ocurre lo que debería suceder en cualquier momento de la vida: que esas cuestiones no importen.
Nico sigue mirando hacia adelante, que fue lo que hicieron sus padres cuando dejaron Ghana para buscarse mejores días. Así se entiende que, durante una de las entrevistas posteriores a la victoria de España —2-1 con un gol de Mikel Oyarzabal—, Nico dijera: «Y bueno, a por el Mundial». Fue descarado, ambicioso, con los dreadlocks bailando su propio ritmo y el dorado en las puntas evocando el color de la arena del desierto. De un desierto como el Sahara, ese que sus padres cruzaron descalzos, cuando su mamá estaba embarazada de su hermano mayor, Iñaki, para traer a España un gol que vale algo más que una Eurocopa.
Nota editorial: esta entrega guarda relación con “Entre Copas”, un diario personal sobre apuntes, anécdotas, reflexiones y algo más acerca de la Eurocopa y la Copa América de 2024.
Acá puedes leer cada entrega:
1. “No Kroos, no party”
2. “Bellingham, Mbappé, las guerras pasadas y presentes”
3. “Los extraños caminos de la memoria”
4. “«¡Pongan huevos!»”
5. “La mirada de Modrić (y una manía personal)”
6. “Fiesta sobre el ataúd”
7. “Esto se sale de control”
8. “De migrar no se regresa”
9. “Despecho y prosa”
Esta edición fue corregida por Miguelina Galindo.
A orilla’e playa están las tablas.
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